Desde principios de los años ochenta se han puesto en marcha muchos proyectos y programas basados en los objetivos y las estrategias de la silvicultura comunitaria. Los organismos silvícolas de muchos países en desarrollo han adoptado métodos de silvicultura comunitaria y han acumulado experiencia en la gestión comunitaria de los recursos forestales. Se han señalado varias características que debe reunir una silvicultura comunitaria próspera (Gregersen et al., 1989; Hoskins, 1991; Perl et al., 1991; Arnold en FAO, 1992; Wells et al., 1992). Cinco de ellas parecen de importancia decisiva para el éxito (Henderson y Krahl, 1994).
La primera característica es una buena disposición de los profesionales y organismos forestales a establecer una colaboración con la población local para responder eficazmente a sus necesidades. Para ello hace falta crear y mantener una comunicación eficaz entre los forestales y los organismos de montes y la población local. A los forestales y organismos de montes se los coloca en la función de oyentes y prestadores de servicios a las comunidades locales, y no como expertos y elementos decisorios.
La segunda característica es un cambio en la cultura interna de los organismos forestales reflejando el cambio de prioridad al centrarse no en los árboles sino en la población, para que los organismos forestales conozcan lo que la población quiere y colaboren con ella para ayudarla a conseguir sus objetivos.
La tercera característica es pasar de una ordenación centralizada y jerárquica a una gestión descentralizada y a compartir la responsabilidad de la toma de decisiones con los usuarios forestales del lugar y las comunidades locales.
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