La silvicultura es el proceso por el que se cuidan y a la vez se obtienen productos de los bosques. Muchas personas lo asocian a la agricultura, pero conviene resaltar que son actividades completamente diferentes.
Por lo general, los cultivos agrícolas trabajan con una perspectiva de producción anual. En el caso de las masas forestales los procesos se desarrollan a lo largo de lustros, décadas o, incluso, siglos. Los productos que se obtienen de los bosques son variados, van mucho más allá de la obtención de madera. En este sentido, hay que distinguir dos grandes espacios de producción:
La producción directa es la que se refiere a la obtención inmediata de materiales, como la madera, la leña, el corcho o la resina, y otros productos como los frutos silvestres o aquellos derivados de la caza.
Por otro lado está la producción indirecta, un concepto que hace referencia a los beneficios que se derivan de la existencia de la masa forestal. Aquí encontraríamos reducción del CO2, biodiversidad, regulación del ciclo hidrológico o, incluso, el propio turismo que se desarrolla en torno a estos espacios.
Dentro del concepto de silvicultura, las intervenciones se desarrollan atendiendo a los objetivos concretos de cada uno de los bosques. Hay que tener en cuenta que cada ecosistema forestal responde a unas circunstancias y necesidades concretas, por lo que las acciones deberán estar adaptadas a cada uno de ellos de manera individual.
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